jueves, 9 de febrero de 2012

Frida, una luciérnaga tranquila en el caos.

Una amplia sala llena de colores vivos a media tarde, fue como un receta infalible para dejarse sumergir en el mundo de vistosos colores que al verlos evocan la alegría de la vida. Así tuve la fortuna de toparme con la exposición de Frida Khalo en el Olimpo, una tarde cualquiera, pero no tanto. Coquetería, talento, sensualidad, audacia, sentimiento y la mirada de Frida al fondo de la sala, con ese aire de bella pero profunda tristeza en óleo, acuarela y lápiz. Una maravilla. Pareciera que Frida nos regalara una mirada profunda a la esencia de Miguel N. Lira en uno de los cuadros de esta exposición. Escritor, editor, maestro y funcionario público mexicano que fuera miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, pero más que nada miembro de “Las cachuchas”, grupo juvenil político al que perteneciera Frida en su adolescencia; apodado cariñosamente como “Chong Lee” haciendo referencia a su gusto por la poesía china, Miguel N. Lira figura como uno de los mejores amigos de la pintora. Tan amigos que le pintó un retrato el cual nunca la hiciera del todo feliz y más allá de reflejar el período oscuro de esa etapa del trabajo de Frida, encierre en sus letras, símbolos y objetos de fondo, capaces de transmitir la amistad entrañable y el aire desenfadado con que Khalo intentaba vivir una vida marcada por la tragedia que hiciera del dolor su más fiel compañía a lo largo de toda su vida. “Tu TAAAAAAAANN R19 Miguel” puede leerse escrito en letras rojas obviamente aludiendo a sus ideas comunistas, un rehilete y símbolos aludiendo al nombre de su amigo. ¿Qué entrañables sentimientos se apoderan de nosotros cuando alguien nos hace referencia con un: Ésto es tan tú? Tal vez por eso Miguel nunca se quejó cuando la autora escribiera en alguna carta a su novio Alejandro Gómez Arias contándole de su obra: “ Es tan malo que simplemente no sé cómo puede decir que le gusta. Totalmente horrible..” Así era Frida, un reflejo de sí misma en todo lo que tocaba. Un retrato para un amigo entrañable, una idea revolucionaria y estridentista en “La Adelita, Pancho Villa y Frida”, una “Muchacha pueblerina” tan complicada como sencilla pintada en óleo y papel, una contagiosa fascinación por Coyoacán y su Casa Azul en acuarela y lápiz. Frida en carne viva, al óleo sobre tela. Es imposible no sentir que se le conoce a través de estos que fueran algunos de sus primeros cuadros y pensar en tantos otros cuando se trata de hablar de ella. Es muy difícil no desear imaginarnos a una Frida entrañable después de leer los mensajes en una tabla de madera escritos con tinta china y de donde se me antojó el título después de leer uno de los varios mensajes con dedicatoria a Miguel N. Lira; donde al igual que algunos de “Los cachuchas” la adorable Frida escribiera: “Mike, hermano” haciéndonos entender más el cuadro que pintó de su retrato. Siempre he pensado que Frida Khalo es una Adelita post-moderna muy adelantada a su época. Una heroína auténtica sin idealismos cursis. Una mujer de las de hacen que una se sienta orgullosa del género. Una temeraria de la vida.Una idea plasmada en colores de un mundo tan pasado como futuro con todas sus facetas: con amor enloquecido, dolor, pérdida, muchas veces sin sentido pero con infinita belleza y caos. Es cuando pienso en esto que me es imposible no pensar en Frida como la luz breve, pero entrañable de una luciérnaga. Tranquilamente sumergida en el caos de este mundo, regalándonos destellos de luz hasta en la más oscura de las noches.


El caos lo dicta mi corazón, y es tan bello.

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