viernes, 10 de febrero de 2012

Tu satélite y el mío.


Tal vez finalmente lo comprendí y  no seamos más que dos solitarios pedazos de metal trazando su propia órbita cada uno. De lejos pareciéramos dos bellas estrellas fugaces, aunque de cerca en la realidad solo seamos dos prisioneros sin destino encerrados cada uno en su propia cápsula.
Cuando las órbitas de nuestros satélites se cruzaron casualmente, nos encontramos. Quizá nos gustamos, pero solo duró un instante. Después volvimos a estar inmersos en la soledad más absoluta, hasta que un día ardimos y quedamos reducidos a la nada. Por elección propia.


Me siento en casa pudiendo hojear tus ojos.
*Texto inspirado por la novela Sputnik, mi amor. De Haruki Murakami. Cualquier parecido con la realidad, es pura novela ficticia.

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