Hace mucho que Mérida merecía una feria de lectura.
La merecía desde hace mucho; pero hasta este mes de marzo del anunciado año del
fin del mundo, nos pudimos llenar de letras como nos lo merecíamos. Libros y editoriales, todas las del país en
un mismo lugar. Un paraíso para quienes disfrutamos de ese extra de realidad
que no se nos acaba de manera cotidiana cuando tenemos la fortuna de perdernos con
un buen libro.
Cuando este texto llegue a posarse a sus ojos, la
feria habrá terminado, pero mientras escribo continúa, muy a pesar de que los
primeros tres días hayan sido intensos he de confesar que la ausencia de José
Agustín (por cuestiones de salud) me bajó un poco el ánimo. Aunque aún después
pueda regresar el último día con la promesa de saturar las repisas de mi librero
con letras a mitad de precio y ser muy feliz.
La primera noche de esta fiesta de las letras estuvo
llena de girl power. Con nada menos
que la señora Elena Poniatowska, Margo Glantz, Mónica Lavín, Sara Poot y
Cristina Rivera Garza en una rica charla sobre los procesos de escritura. Este
grupo de mujeres, provocadoras con el oficio de las letras como bandera;
lanzaron una interesante pregunta al aire:¿Crees que eliges las letras cuando
escribes?
Qué ingenuos somos cuando pensamos que
elegimos las palabras cuando son las que nos eligen a nosotros. Certeras,
precisas, esperando siempre tras los rincones de nuestro interior ese momento
justo en el que podamos lanzarlas al aire. Toca el resto del trabajo de
ponerlas en orden a nuestro ánimo, aunque en mi caso muy personal, he de
admitir que nunca he tenido clara la intención con la que las acomodo. "La
escritura es una aventura de la soledad", afirmó Elena Poniatowska con un
aire solemne pero a la vez dulce; como
de quién nos invita a compartir un silencio a través de unas cuantas
palabras escogidas sin saber por qué. “Escribir con ausencia de palabras, como
si nunca se hubieran conocido” añoranza imposible cuando las palabras se conocen
y están ahí, esperando a que las dejemos salir a jugar. El proceso de escritura puede ser uno de los
más divertidos juegos que pueda existir, al menos para mí. La primera noche de
la FILEY estuvo llena de aroma de mujeres dulces, de mujeres entrañables que
alimentan el espíritu con frases nobles y de ideas revolucionarias. Todo ésto a través de los argumentos de
Denise Dresser en la presentación de su libro “El país de uno” , un país (el
nuestro) que en la actualidad pareciera seguir siendo ese que describimos como
un “país de mediocres”, como si diciendo esto se dibujara una línea imaginaria
entre nosotros y esos “mediocres mexicanos” que no somos nosotros. Denise
Dresser nos planteó un México lleno de metáforas y añoranzas. Un país como el
lago de Chapultepec, donde el hombre más rico del mundo es una enorme ballena que difícilmente puede
ser controlada por un gobierno del tamaño de una simple y pequeña chalupa.
Denise
Dresser con cada palabra, nos hizo enfrentarnos a una dolorosa realidad, pero a
su vez, nos invitó a ver más allá de esa realidad cuyo control sentimos que se
nos escapa de las manos. Una con más razones para abrir los ojos que para
cerrarlos.
Nos
compartió su lista de promesas que alcanzar cada mañana cuando hacen faltan los
ánimos para darle cuerda al mundo, a nuestro país, a nuestro “México lindo y
qué herido”. Una lista llena de la belleza de lo cotidiano que muchas veces
hemos olvidado y a su vez un fuerte diagnóstico del por qué somos como somos y
tenemos lo que hemos querido tener. Una invitación abierta a dejar de
contemplar y padecer en vez de buscar cambiar la realidad de nuestro país. Un
discurso sobre la apatía. Un símil con Frodo, el personaje de El Señor de los
Anillos, con la gesta heróica del bien y el mal cuando los héroes pueden ser
las personas más comunes y corrientes. Todos podemos ser Frodo.
La
FILEY nos llegó de pronto como un recordatorio
del pasado político visto a través de los ojos del Señor Eduardo del Río (RIUS).
Monero entrañable, ateo, vegetariano y eterno cuestionador de todos los motivos
del mundo. Defensor de la realidad, de la verdad y de la risa. Un anecdotario
histórico viviente, de una trayectoria de ir contra corriente en la
presentación de su libro “Santo PRI, líbranos del PAN” en un tono relajado,
irreverente y sobretodo libre; nos recordó un pasado incómodo del PRI ante una
realidad trágica del PAN y cómo
enfrentarnos a ella con un poco de humor, cuestionándolo todo y siendo
escépticos extremos muy necesariamente.
Imposible
no pensar que el fin del mundo está “cerca” y de que la FILEY nos regalara la fortuna de que
José Trinidad Camacho (Trino) llegara hasta nuestra blanca Mérida con sus
“Historias del fin del mundo y otras patrañas” para contar en un tono
desenfadado y muy divertido qué no esperar del fin del mundo (como el fin del
mundo en sí mismo, por ejemplo) así como las peripecias por las que atraviesa
junto con José Ignacio Solórzano (Jis) en la producción de la próxima película
más esperada del año en todas las salas del cine del país: “El Santos Vs la
Tetona Mendoza”.
En
este tono de fiesta, en un ánimo sumamente introspectivo, el escritor de uno de
mis libros preferidos Xavier Velasco, autor de “Diablo guardián”, presentó su
nueva novela “La edad de la punzada” como más que la historia de su vida, la
historia de un momento de su vida, tal vez la historia de una de sus noches más
maravillosas que quisiera repetir tantas veces como pudiera soportar, tal vez
la historia de algo que quisiera negar. La certeza sin duda, es que sea una historia
que merezca ser contada a través de las
excepcionales letras de Xavier Velasco.
La
FILEY con la reunión de dos generaciones de moneros juntas, RIUS, Trino y Jis imaginándose
que de llegar a la presidencia podrían hacer finalmente funcionar las cosas muy
a su manera. Una plática entre cuates en la que cada uno, con sus historias ,
nos dejó conocer esa parte cotidiana que solo se comparte con los amigos entre
unas copas de vino y buena música.
Más
allá de todas estas charlas, podría hablar de la FILEY y describirla como: Un
salón repleto, como deleite para todos aquellos que vivimos en la espera del perfume con olor a libro. Y
ahora que termina añorarla en una repetición infinita.
Quisiera haber podido multiplicarme, me paro
a pensar en las frases fantásticas que se me pudieron haber escapado en todas
esas charlas, talleres y demás actividades que me pude haber perdido solo porque
la ciencia aún no nos regala el súper poder de ser omnipresente.
El penúltimo día de la FILEY fue mi
cumpleaños, es mi costumbre regalarme lo que más me hace feliz, así que me
escapé de la celebración un momento para perderme por última vez en ese espacio
tan emocionante para mí. En el camino
mientras manejaba hasta el Centro de Convenciones, Radio Universidad
transmitía la charla de Jorge Bucay en vivo.
Con su dulce acento argentino, invitaba a los asistentes a sentarse
entre las sillas del frente donde aún había lugar. Pude imaginar el salón
Progreso repleto de gente con los ojos vivos, llenos de letras y con ese brillo
particular que tiene la gente que ama los cuentos; me llené de gusto al tardar
más de diez minutos en encontrar estacionamiento, en ver a las familias enteras
tomadas de la mano camino hacia la venta nocturna, toparme con hombres
increíblemente apuestos con bolsas llenas de libros, ver a grupos de amigos y mujeres adoradoras de
las letras abrazando otros tantos, ver a tanta gente acercándose a las letras. Todos
hacia un mismo sitio: Los libros.
Unos tal vez acercándose con curiosidad inaudita por primera vez, otros
que quizás recordaron lo mágicos que son, otros tantos que se sumergen solo de
vez en cuando y a otros muchos para quienes seguramente leer significa lo mismo
que significa para mí: un domingo eterno. Reconocí a varios. Tenían ese brillo
especial en los ojos, como de quien sigue vivo solo por esperar que un día a
alguien se le ocurra inventar un perfume con olor a libros.
Nada como el olor de un libro, quizá un lápiz con punta afilada.
ResponderEliminarExcelente lectura, ya sabe que soy su fan.
Saludos!!
Gracias!! Eres mi fan favorita, por si no sabías..:)
ResponderEliminarSaludos!