viernes, 2 de noviembre de 2012

Mi abuelo y el mar

Cuando me acerqué al ataúd abierto de mi abuelo sus mejillas aún tenían ese color rojizo que tuvieron toda su vida. Lo recuerdo como la última vez que las ví cuando vivía y con el recuerdo vienen muchos otros momentos en fila como si esperaran tras las horas del tiempo. Me llega la imagen vívida de estar sentada en la mesa de la casa de la playa de mis abuelos cuando era niña y me encantaba llenarme de arena los pies, la vida era más simple y solo tenía que preocuparme por que nadie me atrapara cuando me escapaba para seguir jugando en la playa cuando ya no debía. El olor al caldo de pescado en el ambiente y mi abuelo recordándome que para tener las mejillas rosadas como las suyas la receta secreta era comer el caldo mágico de pescado que hacía mi abuela, regresan a mi memoria tan fallida como una dulce maravilla. Los padres de mi abuelo, extranjeros de esta tierra, se enamoraron de la vida de puerto y se instalaron a vivir ahí. Sus hijos crecieron junto al mar hasta que la vida los hizo tomar otros rumbos lejos de las mareas cambiantes y la arena morena. Unos volvieron, otros no. Mis abuelos compartieron la crianza de sus hijos con el mar cuando ir y venir de la playa desde la ciudad de Mérida era una travesía poco práctica. Aún así, los veranos eran para volver al mar, todos y cada uno de ellos. Hasta cuando tuve nueve años y el mar que tanto amaban mis abuelos y mi padre se llevó a alguien que igual siempre volvía. El menor de los hermanos de mi padre junto con él, confiados de las mareas cambiantes se aventuraron a las olas como siempre, como cada verano. Esta vez una tormenta sorpresiva cambió el rumbo de su lancha y de los planes de toda una vida. Mi padre se volvió el salvavidas del mayor de mis primos que iba también con ellos y  mi tío le pidió que se adelantara con el niño de trece años en brazos y el mar, celoso, no permitió que los alcanzara. Dos días de búsqueda, de llegar como se pudiera, de otra época en la que comunicarse era más complicado que ahora. El llanto de mis primos, mis padres, tías  y abuelos.. el mar que tanto amaban se había llevado a su hijo, al padre, al tío Eduardo el más pequeño.A los pocos meses la tristeza de haber perdido a su hijo menor y más travieso, venció a mi abuela, quien durante un dulce y tranquilo sueño no despertó.  La casa familiar de verano se vendió con todos sus recuerdos y pasaron muchos años para que mi padre intentara volver a la paz del mar.. no recuerdo muchos momentos familiares felices junto al mar después de esa fecha. Y como pasa todo, pasaron los años, curando las heridas  de mi abuelo quien aprendió a seguir vivo después de mucho esfuerzo.El caldo de pescado seguía haciendo maravillas y él seguía cocinándolo con la receta de mi abuela. Un verano después de muchos otros, los primos ya mayores regresaron de sus distintos rumbos y volvimos toda la familia unos días de verano al mar, como antes. Mi abuelo ya comenzaba a perderse en ese mundo de olvido en el que vivió tantos años, en el que a veces no sabías si te recordaba, si te olvidaba en serio o si estaba jugando contigo, nunca sabías.-¿Señorita me puede traer una cerveza por favor?- le decía a mi prima que las repartía en la mesa - Claro que sí abuelo - ¿Cuánto le debo señorita? - Nada abuelo, son gratis - Entonces señorita, deme dos.
 Ese mismo día después de las cervezas, mi abuelo me pidió que lo acercara a la playa, se sentó en una lancha del camino y comenzó a contarme de cuando de jovencito iba con su padre a pescar. -El mar es precioso pero también es muy ingrato-me dijo y  recuerdo sus palabras con su mirada fija en el mar llena de melancolía. - ¿Dónde está Eduardo? - me preguntó sin que yo supiera qué contestarle .. y en ese momento tan oportuno nos alcanzó mi padre como para salvarme de contestar  la triste pregunta. - Su hijo Eduardo falleció hace muchos años papá, se acuerda? - le contestó en tono tranquilo y muy serio. - ¡¿Eduardo murió?! y por qué nadie me lo había dicho?- respondió sin que supiéramos si era una de sus faltas de memoria o quizás una broma oscura como las que acostumbraba, para luego con una sonrisa confirmarnos lo segundo - Ay hijo, tú crees que se me olvida que el mar me lo quitó?.
Ese mismo año mi abuelo perdió por completo la memoria pero nunca volvió a preguntar dónde estaba mi tío. A veces, cuando por las tardes le daba la melancolía o cuando comía caldo de pescado que le cocinaban mis tías acompañaba sus frases sin sentido diciendo: Eduardo está en el mar. Con sus mejillas rosadas se sonreía y uno ya sabía que eso era algo que nunca se le podría olvidar.


 "La inspiracion es nuestra. La llevamos en la sangre intensa, en la piel salada"-@FolkenRuiz

3 comentarios:

  1. Miss...
    No sé si los días extraños me han alcanzado, pero no pude evitar derramar un par de lágrimas por su abuelo, su padre, su tío y el mar, al leerla.
    ... solo quería que supiera.

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  2. Abrazo de vuelta, gracias por la empatía..

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  3. :( no pude evitar derramar ulgunas lagrimas al leer esto....

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