sábado, 17 de noviembre de 2012

Raro, raruno.

Han sido días muy extraños. Llenos de pésimas noticias, de situaciones en las que jamás pensé verme envuelta y de plano la manifestación de uno de mis peores miedos en la vida me ha dejado con un ánimo muy fuera del que siempre tengo. Participé en  el "fin de semana más fatal del año" llamado así por el número de muertos y accidentados en las calles según el diario persignado de esta ciudad donde vivo ( o sobrevivo mejor dicho) con un accidente bastante pendejo. No entraré en detalles porque estoy harta, simplemente diré lo que es: que se me atravesó un estafador, bastante buen actor, desempleado y con ganas de ser mantenido por la primera despistada que dejó pasar cuatro meses sin renovar su seguro y vencer su licencia. Un "atropellamiento" cuando mi coche estaba estacionado a media calle. Si, muy mal por mí, por mi audacia femenina y mi negligencia, que el karma de mi flojera y de estar en otras cosas postergando las más importantes me caiga encima y me cobre el haber pasado una noche muy nefasta el fin de semana pasado. Ya pagué por todo eso. Y aunque  ya todo pasa poco a poco.. aunque las malas noticias están a la orden del día, no envolveré este post con mis quejas de problemas financieros múltiples. Que sea lo que tenga que ser. Lo que sí he pensado es en cómo manejar la situación de catársis que una vez más me mueve el tapete. Hablaba con alguien que me decía: es normal que te sientas así, fuiste acorralada, tratada injustamente, estuviste en una situación de mucha vulnerabilidad y demás. Es cierto, aunque en otros momentos de mi vida he sentido que he pasado por cosas peores. Y la cosa rara es que hoy por hoy me estoy dejando vencer un poco por la rareza, como que uno se acostumbra a que le pase lo peor, siempre. Vuelve sin cesar mi desconfianza total hacia el espíritu humano, comienzo a valorar lo importante que es rescatar animales mal heridos y no personas. En fin, tengo una acumulación de pensamientos bastante hostiles. Me entrego a la incertidumbre, valoro sin límites a quienes estuvieron cerca dándome ánimos,a los que sabía que estarían y a gente de quienes ni siquiera lo esperaba. Me da repulsión  quién sabiendo lo que viví no me compartió un ¿cómo estás? o ¿en qué puedo ayudarte? Me viene ese irremediable impulso de mandarlos muy lejos.  Revaloro muchas cosas, y de la nefasta experiencia aprendo lo que está frente a mí sin máscaras ni palabras de condescendencia. Lo que ya sabía y lo que necesitaba recordar. Y siguen los días raros, rarunos.. y me pregunto si soy de nuevo ese alguien que ha sufrido duros golpes pero se mantiene erguido y siempre digno. Como a mí me gusta.




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