sábado, 1 de septiembre de 2018

El lado oscuro de la lunática..

Desde el balcón - mientras fumaba - veía debajo a la gente ir y venir mientras arriba la luna permanecía inmóvil y brillante.Contaba largas historias en voz alta sentada en el piso, mientras imaginaba que él se acurrucaba en alguna parte a escucharlas. El deber beber y él sólo fumar(pensaba para consolarse). Así de simple. Así de simple como se vienen los recuerdos cuando evocamos a alguien.Solos ambos en todas partes y en ninguna. Una copa de vino sería suficiente  para sumergirse aún sin estar,en el repertorio de  posibilidades de una luna que convertía en poeta al más lunático.Para hacerla aparecerse a  toda ella, lunática como la misma luna y su copa de vino imaginaria. 
En su testosterónica memoria, recordó aquel verano en el que era virgen y lo era con orgullo, pero de ese orgullo que está  lleno de abstenciones. Abstenciones como pertencerle a quién fuera,antes de suya. Recordó aquél tiempo en el que amaba a varios paralelamente, a sabiendas de unos, otros y de todo el mundo. En ese contexto tuvo solamente un amor casi inaceptable. Uno que siempre tuvo presencia en el vaivén constante de sus otros amores. Fue su amante ocasional, con altos y bajos , pero amante siempre. Ella fue su primer amor, su primer beso fue suyo, el primer cuerpo que tuvo en su cama también y con ésto todos sus temores y delirios. Fueron leales hasta el último día. Hasta el día de su muerte. Fué un accidente. Él, que mereció la más heróica de las muertes. Muerto en un simple, absurdo e inútil accidente.
Cuando ella lo miró en el ataúd, un día frío a finales de enero; no pudo ver más allá que el  primer cuerpo de su cuerpo que dejaba de tener vida, se sintió traicionada, abandonada y lanzada  al olvido. Por él. Por él que había prometido quererla toda la vida, aunque hasta ese momento ella no comprendiera que todo aquello lo había cumplido a la perfección. Aunque lo comprendiera nunca.
El deber beber y él sólo fumar(pensaba para consolarse). Así de simple. Evocándolo todos los días.
Se incorporó del piso y se guardó el resto del cigarro que había conseguido sobornando a quienes tenían la tarea de vigilar la puerta de su habitación blanca todas las noches. La luna intacta sobre el cielo y el viento frío sobre su rostro, le recordaban que los cuentos largos se terminan. Un accidente, un absurdo e inútil accidente que me dejó con las manos rojas (pensaba para consolarse). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mis viejas

Me propuse hacerme una lista de algunas mujeres, unas famosas y otras no tanto que me hacen sentirme orgullosa de mi género. Y aquí están. ...