martes, 25 de octubre de 2011

Cerrar los ojos, para ver mejor.

Hoy quiero contarles una experiencia a partir de la cual comencé a ver de modo distinto mi trabajo y mi vida, especialmente en mi manera de relacionarme con las otras personas. Soy maestra y hace tres años trabajé en un grupo con un alumno que tenía discapacidad visual. A través de esa circunstancia, comencé a entender muchas cosas: por ejemplo, supe que tenía que estar menos pendiente de mi propio mundo de conocimientos y sensaciones , es decir, calmar mi ansiedad por "enseñarle" nuevas cosas a mi alumno especial, y permitir en cambio que su propio universo interior saliera a la superficie. Solo así, con la inteligencia y las emociones del pequeño puestas en libertad, yo iba a poder hacer bien mi trabajo.
 Al principio, las dificultades eran más que los logros y el principal avance de este proceso de enseñanza-aprendizaje se veía en lo que él me estaba enseñando a mí. Después de ese reconocimiento, todo cambió y las cosas fueron mejorando a partir de un episodio muy sencillo: recuerdo un día que salimos al recreo y este niño invidente me dijo: "¡Maestra, vamos a ver el sol!" Me estaba invitando a sentir la luz tibia que acariciaba su carita en ese momento. Entonces fui a sentarme a su lado. Sin decir una palabra, en el rincón más hermoso de aquel recreo inolvidable, compartimos una ceremonia que nos ayudó a crecer; sencillamente me puse de cara al sol, como estaba mi alumno, cerré los ojos, y los dos disfrutamos viendo la mañana más luminosa que yo recuerde.
Desde entonces comencé a vivir así cada instante que compartía con él: muchas veces con los ojos cerrados podía comprender más sus emociones y estimular su inteligencia con sus ganas de aprender. Ese año aprendí a utilizar la máquina Perkins, a leer en braille, a escribir cuentos con él y a leerlos juntos, con los dedos. Comparto esta historia al hoy recibir noticias suyas, este año termina la primaria. Y de José, mi inolvidable alumno, aprendí que en mi profesión y en el oficio de la vida, es imprescindible ponerse en lugar del otro y cerrar los ojos no para ver menos, sino para ver mejor.

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